El tema de la inmigración tiene dos caras, una es política y la otra económica. Tanto los republicanos como los demócratas, especialmente los republicanos, lo utilizan para ganar poder político. El otro lado es económico: las corporaciones se benefician de tener un sistema salarial de dos o tres niveles.
En el aspecto político, mientras la economía estadounidense se tambalea, no importa lo que digan los economistas sobre que está mejorando, todo lo que tenemos que hacer es ir a comprar alimentos o llenar nuestros tanques con gasolina, y nuestro bolsillo nos dirá lo contrario. Hoy en día, la pobreza es la cuarta causa de muerte a nivel nacional y está creciendo. Esto afecta a 140 millones de estadounidenses.
La élite gobernante estadounidense necesita darles a los trabajadores pobres y desesperados un blanco al que dirigir su ira y un chivo expiatorio al que culpar. En 2016, Donald Trump les proporciono una respuesta y un objetivo: el migrante, el inmigrante y el indocumentado. Estos trabajadores se convirtieron en el chivo expiatorio que utilizó para asustar a los trabajadores desesperados y hacerles creer sus mentiras y consolidar aún más su base. Avancemos hasta 2023 y vemos que la inmigración se ha convertido en un arma aún más, y los gobernadores Ron DeSantis (Florida), Greg Abbott (Texas) y Doug Ducey (Arizona) la explotan para alimentar su odio y racismo, manifestado en ideas y políticas draconianas.
Afortunadamente, la mayoría de los trabajadores no se dejan engañar por mentiras tan odiosas. El Instituto Cato realizó una encuesta y de los encuestados el 91% da la bienvenida a la inmigración.
En el aspecto económico, la cuestión de la inmigración ha servido bien a las corporaciones. Los empleadores se benefician de una fuerza laboral dividida. Utilizan a los trabajadores indocumentados y H2-A, una fuerza laboral controlada y mal pagada, para bajar los salarios del resto de los trabajadores estadounidenses.
El tema de la inmigración ha servido a ambos gobiernos de Estados Unidos como a México y a sus elites. La inmigración proporciona un escape a la pobreza y la falta de empleos en México, de donde provienen la mayoría de los trabajadores H2-A e indocumentados.
En 2022, los ciudadanos mexicanos en Estados Unidos enviaron $60 mil millones en remesas para sostener a sus familias en México, totalizando 10 millones de familias. Sin este apoyo, al gobierno mexicano le resultaría más difícil evitar que sus trabajadores estallen en protesta. Del mismo modo, sin los inmigrantes, los inmigrantes y los indocumentados como chivos expiatorios, el gobierno de Estados Unidos también tendría problemas.
Por lo tanto, no sorprende que ni los gobiernos de Estados Unidos ni de México quieran arreglar el fracasado sistema de inmigración.
La pregunta es si se seguirá el camino trazado por Trump y sus compinches y acabará con la democracia, aunque defectuosa, y convertirá a Estados Unidos en una autocracia. O si se elegirá tomar el camino dictado por nuestra humanidad y luchar con todas las fuerzas para fortalecer la democracia defendiendo los derechos democráticos y los derechos humanos de todos, independientemente del estatus.
Nosotros decidimos.
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