Desmentir el mito de una “invasión” de inmigrantes

Esta columna fue producida para Progressive Perspectives, un proyecto de la revista The Progressive, y distribuida por Tribune News Service el 19 de abril de 2024.

Comprender las causas profundas de la migración es crucial para luchar contra el alarmismo.

Si le importan las elecciones justas, debe comprender lo que está sucediendo en Centroamérica. Los acontecimientos en El Salvador—junto con las causas profundas de la migración—son cruciales para la política estadounidense a medida que las cuestiones de inmigración ocupan un lugar central en esta temporada electoral. Más de tres décadas después de la guerra civil salvadoreña, es hora de analizar las condiciones sobre el terreno.

Bajo el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el país se ha alejado de un sistema político multipartidista hacia uno que concentra el poder en la oficina ejecutiva. Bukele ha utilizado tácticas como ocupar el Congreso y controlar las redes sociales para imponer sus políticas autocráticas. Sin embargo, los índices de aprobación de Bukele son impresionantes.

La abrumadora popularidad de Bukele nos obliga a cuestionar características que normalmente asumimos que son fundamentales para la democracia. Al menos para algunos votantes, no está descartado prescindir de los controles y contrapesos tradicionales, la separación de poderes, las protecciones del debido proceso y los derechos civiles. Esta actitud de laissez-faire hacia la democracia plantea la pregunta: ¿puede la democracia morir democráticamente?

En la era digital, existen desafíos reales para mantener la confianza pública en la democracia, incluida la polarización, la tensión en torno a la integridad de los sistemas políticos y la disminución de la fe en las elecciones. Esta decepción y agotamiento con la política ayudan a explicar el ascenso de Bukele al poder. En Estados Unidos, no somos inmunes: el 57 por ciento de los republicanos cree que el presidente Joe Biden no fue elegido legítimamente.

Las dificultades económicas también afectan las tendencias políticas. La ayuda estadounidense y el asesoramiento técnico internacional no han logrado sacar a los salvadoreños de la pobreza y la desigualdad. La economía del país se apoya en un andamiaje precario: los residentes son extremadamente dependientes de las remesas del exterior.

Las remesas representan el 23.7 por ciento del PIB salvadoreño, una de las tasas más altas del mundo. La afluencia de remesas impulsa la economía, lo que significa que una de las formas más efectivas de sacar a su familia de la pobreza es migrar y enviar dinero a casa.

Sin duda, la migración no se desencadena únicamente por el dinero: nadie arriesga su vida por un nuevo par de zapatos. La dura realidad es que los salvadoreños de todas las generaciones han experimentado niveles alarmantes de violencia. En 2015, décadas después de que terminara la guerra civil en 1992, El Salvador se convirtió en la capital mundial del homicidio con “un asesinato cada hora”.

La proliferación de pandillas y elementos criminales, incluidas redes de tráfico de drogas y contrabando, explica en parte la violencia. Algunos atribuyen la violencia a la guerra civil y sus secuelas.

Las preocupaciones políticas, económicas y de seguridad salvadoreñas desempeñan un papel en la actual crisis migratoria, pero la influencia de Estados Unidos es uno de los elementos más subestimados.

Durante la guerra civil salvadoreña, Estados Unidos invirtió casi un millón de dólares por día en ayuda. Según algunas estimaciones, entre 1979 y 1992 la ayuda ascendió a 7.000 millones de dólares. Exacerbamos el conflicto con estas inversiones, y el consiguiente desplazamiento ayuda a explicar la migración actual.

Incluso en la era de la posguerra, los funcionarios estadounidenses han amenazado a los salvadoreños una y otra vez con restricciones a líneas de vida como las remesas y el Estatus de Protección Temporal (TPS), un programa de inmigración. Más recientemente, la Administración Trump intentó deportar a los beneficiarios del TPS, lo que desató batallas legales con organizaciones como Abogados por los Derechos Civiles en Boston. A medida que se acercan las elecciones presidenciales, las vidas vuelven a estar en juego.

En los próximos meses, mientras nos bombardean con retórica sobre una “invasión” en la frontera de Estados Unidos, debemos ir más allá de la lente unidimensional. Los políticos están cada vez más infundiendo miedo para alarmar y movilizar a los votantes. Resistir y desacreditar las narrativas antiinmigrantes será fundamental para bloquear los esfuerzos por convertir noviembre en una elección de un solo tema centrada en la inmigración.

Todos los salvadoreños merecen una oportunidad de prosperar, como todos los demás. Podemos comenzar por comprender mejor las fuerzas que dan forma a las relaciones entre Estados Unidos y El Salvador. Este año electoral, mientras navegamos por la crisis migratoria que se desarrolla, tengamos en cuenta nuestros destinos entrelazados.


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