El siguiente artículo fue publicado originalmente por Chris Hedges en Scheerpost el 14 de julio de 2024.
El asesinato de Trump no eliminaría el anhelo de decenas de millones de personas, muchas de ellas condicionadas por la derecha cristiana, por un líder de una secta. La mayoría de los líderes de la derecha cristiana han creado sus propios seguidores. Estos fascistas cristianos abrazaron el pensamiento mágico, atacaron a sus enemigos como agentes de Satanás y denunciaron la ciencia y el periodismo basados en la realidad mucho antes que Trump. Las sectas son producto de la decadencia y la desesperación social, y nuestra decadencia y desesperación se están expandiendo y pronto explotarán en otra crisis financiera.
Los esfuerzos del Partido Demócrata y gran parte de la prensa, incluidos CNN y The New York Times, para desacreditar a Trump, como si nuestros problemas estuvieran encarnados en él, son inútiles. La petulancia y la superioridad moralista de esta cruzada contra Trump sólo contribuye al reality show nacional de televisión que ha reemplazado al periodismo y la política. Esta cruzada intenta reducir una crisis social, económica y política a la personalidad de Trump. Va acompañado de una negativa a confrontar y nombrar a las fuerzas corporativas responsables de nuestra democracia fallida. Esta colusión con las fuerzas de opresión corporativa, que han empobrecido a la clase trabajadora, fomentado guerras sin fin, militarizado nuestra policía, creado el sistema penitenciario más grande del mundo, otorgado licencias a las corporaciones para explotar a los más vulnerables y transferido riqueza hacia arriba a manos de un multimillonario. clase social, neutraliza a la prensa, a los críticos de Trump y al Partido Demócrata.
Nuestra única esperanza es organizar el derrocamiento del Estado corporativo que vomitó a Trump. Nuestras instituciones democráticas, incluidos los órganos legislativos, los tribunales y los medios de comunicación, son rehenes del poder corporativo. Ya no son democráticos. Al igual que los movimientos de resistencia del pasado, debemos participar en actos de desobediencia civil masiva y sostenida, especialmente huelgas y falta de cooperación. Al dirigir nuestra ira hacia el Estado corporativo, en lugar de hacia Trump, señalamos las verdaderas fuentes de poder y abuso. Exponemos lo absurdo de culpar de nuestra desaparición a grupos demonizados como los trabajadores indocumentados, los musulmanes, los afroamericanos, los latinos, los liberales, las feministas, los homosexuales y otros. Damos a la gente una alternativa a un Partido Demócrata en bancarrota –cuyo candidato presidencial está en claro deterioro cognitivo– que es un socio pleno de la opresión corporativa y no puede ser rehabilitado. Hacemos posible la restauración de una sociedad abierta. Si no aceptamos esta militancia, que es la única que tiene la capacidad de destruir a los líderes de las sectas, continuaremos la marcha hacia la tiranía.
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