El modelo de CAFTA

Esta entrevista fue primero imprimida The Border Chronicle y es aqui imrimida con su permiso y con el permiso de Jorge Cuellar. El Border Chronicle es una publicación imprimida por sus lectores. Apóyala.

Comprendiendo la migración centroamericana en una época de desposesión, represión y crisis ambiental.

 Todd Miller entrevisto a el experto Jorge Cuéllar.Cuellar plantea la forma en que los países continúan siendo “sociedades tributarias para los Estados Unidos”, las cuales son explotadas, mientras esa “política sagrada —el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Centroamérica— ha permanecido intacta”.

Debido a la cantidad de discusiones en los medios de comunicación en torno a la emigración centroamericana hacia los Estados Unidos, resulta sorprendente lo poco que se ha discutido el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés). Afortunadamente, contamos con el conocimiento especializado de Jorge Cuéllar, Profesor Adjunto de Estudios Latinoamericanos, Latinos y Caribeños del Colegio Universitario de Dartmouth, quien explica lo importante que es que comprendamos el CAFTA, al igual que la forma en que esta “política sagrada” se ha transformado en un modelo para fomentar el desplazamiento y crear un “entorno aislado” estructural para la impunidad nacional y transnacional, así como para la corrupción en la región.

Tal como lo plantea Cuéllar, los Estados Unidos, en lugar de abordar las “profundas causas” de la migración, según se ha establecido como uno de los objetivos de la administración de Biden y Harris, están mucho más involucrados como causa fundamental de los movimientos migratorios. Actualmente, Cuéllar está trabajando en el proyecto de un libro titulado Everyday Life and Everyday Death in El Salvador. (La vida cotidiana y la muerte cotidiana en El Salvador).

Antes de que se implementara el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o bien NAFTA, por sus siglas en inglés) en 1994, Doris Meissner, Comisionada del Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos, señaló que este acuerdo comercial desplazaría a una gran cantidad de personas y que los Estados Unidos tendría que fortalecer sus fronteras. Ella tuvo razón en lo que respecta a la migración. El resultado fue una serie de operaciones que definen la estrategia en las fronteras de los Estados Unidos hasta la fecha. El CAFTA no fue anunciado con tantos bombos y platillos, pero sí generó resultados similares. ¿Qué es el CAFTA y de qué forma representa un problema en la frontera?

 El CAFTA es una de las muchas causas de la debacle actual que se observa en Centroamérica y una razón significativa que a menudo se olvida debido a los efectos aparentemente más visibles del desplazamiento: la inseguridad, la represión y la violencia en todas sus formas. Pero en realidad, el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Centroamérica puso todo esto en marcha. El mismo representa un momento fundamental para el neoliberalismo en Centroamérica. Se puso en vigor en 2004 y fue firmado por George W. Bush a principios de 2005.

Lo que el CAFTA significa para Centroamérica —aunque posteriormente también incluyó a la República Dominicana— se pareció exactamente a lo que su hermano mayor, el NAFTA, le hizo a México: transformó a los países centroamericanos en mercados cautivos para comprar y traficar bienes fabricados en los Estados Unidos. Casi de forma inmediata, este acuerdo puso fin a la producción local y a los estilos de vida de subsistencia. Asimismo, el CAFTA creó las condiciones propicias para el desplazamiento y la migración.

A medida que Centroamérica se fue abriendo al capital transnacional, el CAFTA aceleró los pasos que tomaría El Salvador para pagar sueldos de hambre, junto con un costo de vida cada vez más caro. El CAFTA ayudó a las élites con muchas tierras —dueños de grandes plantaciones— a monopolizar los mejores recursos y tierras, y a captar la mayor parte de la ayuda al desarrollo, al igual que a obtener un fácil acceso al crédito. Esto ha sido evidente en Honduras, específicamente dentro del sector del aceite de palma.

En las ciudades, el CAFTA se abalanzó sobre la mano de obra centroamericana y transformó una gran parte de esta en mano de obra para maquilas, lo que dio origen a los parques industriales de “zonas francas” para la producción textil, para fabricar bienes de plástico y para aplicar prácticas de monocultivos intensivos, tal como se observa en Honduras, Guatemala y diversas partes de Nicaragua. Si bien ofrecieron ciertos puestos de empleo para los centroamericanos, estas zonas francas de producción bajo el modelo neoliberal no fueron suficientes para asimilar los altos niveles de desempleo generados por lo que se denominó en ese entonces la “crisis del campo” o, en otras palabras, el desplazamiento rural.

Después del CAFTA, las naciones centroamericanas pasaron de ser exportadoras agrícolas netas hacia los Estados Unidos a importadoras agrícolas netas desde los este país. El acuerdo comercial dio origen a un excedente de mano de obra debido a los obreros y los pequeños agricultores desplazados, así como a las personas en busca de trabajo en las ciudades, después de haber sido expulsadas del campo. Tal como se había previsto, el CAFTA tenía una repuesta ya fabricada: había prometido generar puestos de trabajo competitivos en las fábricas, en las tristemente célebres zonas francas, las cuales, en su mayoría, producían textiles y pequeños aparatos eléctricos.

Las maquilas simbolizan el modelo neoliberal a lo largo de México y Centroamérica. Tal como lo sabemos, estas maquilas obligaron a las personas a trabajar en terribles condiciones similares a las de las fábricas de explotación laboral. Los obreros contaban con pocas medidas de protección y las maquilas se establecieron en una región en las que existían concesiones políticas y derechos supranacionales para las empresas transnacionales, las cuales, supuestamente, estaban ayudando a estimular el desarrollo. Fue un paso desastroso hacia la flexibilización de la mano de obra, salarios muy malos y lugares de trabajo con normas estrictamente antisindicales.

Durante los años después del CAFTA, aumentó la urbanización, lo que dio origen a una crisis de viviendas. Los países no podían seguir el ritmo al que estaban creciendo los asentamientos informales alrededor de sus capitales. Estos son tan solo algunos de los efectos que el CAFTA ha generado en las sociedades centroamericanas. Este acuerdo elimina de forma eficaz la producción de subsistencia en todo el istmo centroamericana y crea una multitud de personas pobres sin tierras, personas con destrezas agrícolas que se han visto desplazadas recientemente y que emigran hacia ciudades como Tegucigalpa, San Pedro Sula, San Salvador, Ciudad de Guatemala, San José y otras más, en busca de trabajo.

Hubo un auge en estas ciudades durante el período posterior al CAFTA. Además, de forma inmediata, este tratado comercial cimentó nuevas formas de ganarse la vida en Centroamérica —formas de vida en función del mercado global y de exportación— y, debido a su explotación intensiva de la tierra, también forzó la apertura de los países a las agroindustrias transnacionales y a las corporaciones multinacionales, tales como Monsanto, Procter and Gamble, Coca Cola y Nestlé. Asimismo, el paisaje urbano de las capitales de la región centroamericana se ha reconfigurado con cadenas de comidas como McDonald’s, Burger King y Pizza Hut, entre otras, las cuales se han vuelto símbolos representativos del neoliberalismo, del libre comercio y de los síntomas de una sociedad que ha resultado afectada por el CAFTA.

Así que los centroamericanos, muchos de ellos ya urbanizados, no pueden ganarse la vida en las ciudades que están creciendo cada vez más y optan por irse hacia el norte. Las personas se van de Centroamérica porque ya no pueden mantener a sus familias allí, no logran encontrar un trabajo digno ni pueden arreglárselas con lo que ganan. La gente se rehúsa a ser explotada en las maquilas y ganar salarios muy malos. En el caso de El Salvador, la primera década del siglo XXI estuvo marcada por la emigración, agravada por el fenómeno de las deportaciones de miembros de pandillas desde Los Ángeles hacia los tugurios de los países centroamericanos.

Al momento en que surgió el CAFTA en 2004, ya existía la denominada crisis de pandillas a nivel transnacional en la región. La militarización y la intensificación policial están en su apogeo, mientras que la criminalización de los jóvenes se ha establecido plenamente como estrategia de vigilancia policial; todo esto acelerado por el financiamiento proveniente de los Estados Unidos. Entonces, se observa algo así como un doble revés a principios de los años 2000. El CAFTA es realmente la fuerza que impulsa la estructuración —cierto tipo de ajuste estructural— detrás de la destrucción de las medidas de protección, la reducción de los servicios sociales, los pasos del Estado hacia el abandono social como un asunto de rutina gubernamental, y un aparato cada vez más represivo y punitivo. Todos estos son los ingredientes de una receta propicia para una emigración masiva.

 Cuando los medios de comunicación cubren Centroamérica en las noticias, se refieren a la violencia, pero a menudo, lo hacen sin mucho análisis. La cobertura la hacen de tal forma que se contrapone a los refugiados que huyen de la persecución con las personas que emigran por razones económicas, como si unos fueran merecedores y los otros no. ¿Qué piensa al respecto?

 La categoría de refugiado es un asunto muy reñido que diferencia a las personas como merecedoras y no merecedoras. Al fin y al cabo, es algo racista, cruel y arbitrario. Hasta cierto punto, se puede decir que hay factores determinantes de índoles económica para la mayoría de los movimientos migratorios. En mi opinión, es un perjuicio y una simplificación violenta pretender que las personas son migrantes debido a un solo problema. No existe una migración que obedezca a un solo problema.

Las personas que huyen de la persecución, la discriminación y otras formas de violencia focalizada no pueden permanecer en sus países de origen debido a la hostilidad, al odio y al desasosiego que alcanzan niveles insostenibles. ¿Qué fue lo que creó las precondiciones y las realidades actuales que generaron una violencia rutinaria y la falta de empleo digno, y que además contribuyen a la desintegración de las comunidades? La respuesta se encuentra en las políticas que se han establecido, tal como el CAFTA.

La hostilidad hacia los grupos marginados aumenta cuando se logra que estos grupos sean chivos expiatorios y representantes de los problemas sociales. Esta hostilidad aumenta cuando no hay comida ni agua, cuando hay represión y violencia por parte del personal estatal —la policía y el ejército— y cuando la inseguridad es ineludible. La hostilidad se intensifica y se combina con un sistema en el cual no se respetan ni se protegen los derechos humanos de las personas, y en el que los Estados le han dado la espalda de forma eficaz a su gente.

Al llegar a este punto, estoy pensando específicamente en personas expuestas a la violencia sexual y al abuso doméstico, en mujeres que son castigadas por hacer valer sus derechos reproductivos. Estas realidades distópicas solo son posibles en países saturados por una lógica neoliberal que introdujo el libre comercio en la región. Una cosa es ser acosado y discriminado por una sociedad heteropatriarcal y sumamente misógina —por lo general, un fenómeno a nivel mundial—, pero a esto se le debe agregar el hecho de tener una menor posibilidad de que te empleen, de que te tomen en serio y de que te ganes el respeto de la sociedad, y una mayor posibilidad de vivir en la pobreza y en barrios inseguros, donde hay poco acceso a los servicios sociales, a la atención médica y a la educación. Todas estas son consecuencias estructurales del neoliberalismo y se amalgaman con el racismo, el sexismo y homofobia.

Este sistema diabólico, como lo llamó Monseñor Romero, espera que las personas se ajusten según corresponda, cuando ya se ha reconfigurado por completo la sociedad y se han erradicado los medios de vida, para adaptarse a una realidad que es hostil a su propia esencia como seres humanos.

La administración de Biden se ha referido en diversas ocasiones a las causas fundamentales de la inmigración. ¿Qué se ha logrado con esto?

 A la fecha, la administración de Biden ha hecho muy poco para abordar las causas fundamentales de la inmigración. Más allá del viaje que realizó Kamala Harris a Centroamérica para, nuevamente, hacer un llamado a los centroamericanos a que “no vayan a los Estados Unidos”, no ha habido nada más que un discurso de disuasión y cierto financiamiento a algunas ONG y grupos de la sociedad civil. En el marco de las relaciones económicas entre Centroamérica y los Estados Unidos, en las cuales los países del istmo continúan siendo sociedades tributarias de ese país, esa política sagrada —el CAFTA— ha permanecido intacta. De hecho, los Estados Unidos no han podido cambiar de manera significativa la cultura de corrupción e impunidad que reina en la región, una cultura para la que el CAFTA creó un entorno aislado. Se puede mencionar, por ejemplo, la ayuda económica, especialmente para países que están llevando a cabo labores contra la corrupción. Esto no ha dado los resultados esperados.

No hay solución, a menos que se lleve a cabo una conversación más amplia sobre cómo invertir en el desarrollo social y comunitario de forma integral, cómo reforzar los movimientos sociales y el sector laboral, cómo frenar la naturaleza depredadora de las corporaciones estadounidenses en la región, cómo desinvertir en la militarización y las fuerzas policiales, lo cual ha dado origen al autoritarismo en la región, junto con la debilitación de las instituciones democráticas, entre otras cosas. Se trata de apoyar y de invertir en labores sobre derechos humanos, de apoyar directamente a las comunidades sin la mediación de los actores capitalistas y el sector empresarial tradicional.

Se trata de ir más allá de estas vías ya muy trilladas de captación de ayuda y la desinversión en proyectos que son tirantes e ineficaces. Los Estados Unidos deben invertir en la reformulación de sus políticas desde cero y examinar su propia hipocresía, en dónde ha buscado con frecuencia erradicar la “corrupción” al trabajar con líderes locales para hacerlo. ¿Cómo es esto posible cuando esos mismos líderes locales con los que están trabajando guardan relación con los carteles, emplean a mercenarios e intimidan, asesinan y hacen desaparecer a sus oponentes políticos?

Solo hay que reflexionar en la situación de Juan Orlando Hernández en Honduras. Este fue un personaje que recibió abiertamente el apoyo de los Estados Unidos, lo llamaron su amigo y alguien con quien “trabajaban juntos” para mejorar las condiciones en Centroamérica, para que así la gente no tuviera que irse de sus países, etc. Nada de esto funcionó. En su lugar, los Estados Unidos invirtieron en el aparato de seguridad de Honduras, una institución putrefacta y corrupta que ayudó a Hernández a consolidar su poder en el país. Posteriormente, los Estados Unidos, incapaz de reconocer sus propios errores, como es de costumbre, aceptaron las palabrerías de Hernández sobre el alto a la migración, mientras, en realidad, él era una de las causas por las que se estaban fomentando los movimientos migratorios.

Los Estados Unidos también apoyaron el desastroso golpe de Estado en Honduras en 2009 contra Manuel Zelaya, quien había sido electo democráticamente. Este golpe abrió las puertas al período de poder que ejerció Hernández. Estos son los Estados Unidos que conocen los centroamericanos. Así que, ahora que Hernández ya no está en el poder, con mucha razón —aun después de las elecciones presidenciales que lo mantuvieron en el poder hasta 2022, con la bendición del gobierno de los Estados Unidos— y ahora que el daño ya está hecho, el sistema jurídico estadounidense desea que él represente un ejemplo. Esta siempre ha sido la forma en que los Estados Unidos han funcionado en Centroamérica: respaldar personajes de derecha y de mano dura, hacerse de la vista gorda cuando tales personajes participan en actos de corrupción y criminalidad, y esperar hasta que se termine su utilidad política.

Actualmente, la estrategia de Kamala Harris sobre las causas fundamentales se ha transformado en otro conjunto desacertado de políticas y financiamiento para generar nuevos compromisos, fomentar un crecimiento inclusivo, crear puestos de empleo y otras oportunidades. En realidad, se trata más de la misma cosa, casi reciclando el mismo lenguaje del propio CAFTA. El enfoque de Kamala Harris busca asociarse con diversas empresas privadas, como Nestlé y Nespresso, para estimular las economías cafetaleras de El Salvador, Guatemala y Honduras.

También se ha asociado con MasterCard para que las personas ingresen a la economía global, lo que se traduce más en bancarizar las cosas no bancarizadas para que la gente tenga acceso al crédito e ingrese a la economía global de deudas. Su plan también incluye la ampliación de la producción textil en Honduras, con nuevas y modernas instalaciones de hilado. Ahora PepsiCo, una empresa en apuros, tendrá más acceso a los mercados centroamericanos para mover sus productos y utilizar agua, mientras de alguna forma, y al mismo tiempo, ayudará a reabastecer las cuencas, pero ¿de qué forma? Podría seguir mencionando otras cosas, pero, tal como se puede observar, una y otra vez, se trata del mismo modelo CAFTA.

¿Cuáles son los nexos entre el CAFTA y el cambio climático?

 La crisis ambiental en Centroamérica se expresa mediante una sequía perdurable, huracanes turboalimentados, malnutrición, escasez alimentaria y luchas en torno a la tierra. El derecho al agua y los alimentos es uno de los factores estresantes migratorios fundamentales en la actualidad. Estos infortunios expresan en gran medida la crisis ecológica, ya que genera un impacto en las vidas cotidianas, por lo que el medio ambiente es un factor determinante en el surgimiento de refugiados climáticos y en la expulsión de personas de una región centroamericana cada vez más inhabitable. El CAFTA es parte esencial de una resiliencia ambiental erosionada en esta región y contribuye a la contaminación y las enfermedades, así como a crear entornos tóxicos donde la gente simplemente ya no puede vivir.

Se puede mencionar la agricultura apoyada por el CAFTA. Por ejemplo, los plaguicidas mortales, que se prohibieron desde hace mucho tiempo en los Estados Unidos, se exportaron a Centroamérica para su uso local, donde envenenaron y continúan envenenando a miles de trabajadores cada año. Gran parte de la tierra, la capa freática y las cadenas alimentarias que están relacionadas con esto se encuentran contaminadas por el uso de insumos tóxicos para mantener altos rendimientos de la producción. Todos los ríos en El Salvador, así como la mayoría de estos en Guatemala y Honduras, están contaminados a un nivel ya irreparable.

Las prácticas no reguladas de las corporaciones han continuado aplicándose durante décadas. En vez de crear mecanismos de indemnización comunitaria, el CAFTA ofreció medidas especiales de protección para permitir que las industrias arrojaran con toda libertad sustancias químicas tóxicas en el medio ambiente y sacaran agua que corre debajo de las comunidades, sin pocas consecuencias o ninguna del todo. Estas medidas de protección especial también permitieron que las corporaciones demandaran a las comunidades y a diversos grupos que se oponían a su mercantilismo especulativo. Con esto, también se ayudó a fomentar la creación de un entorno regulador permisivo por parte de los gobiernos centroamericanos, a fin de que continuara este saqueo sin ningún tipo de impedimento.

Esta es una destrucción ambiental inducida por el capital, lo cual afecta el uso y la accesibilidad del agua, y criminaliza a aquellas personas que se oponen a la extracción corporativa. Esta destrucción ha ayudado a acelerar la desertificación de la región, ha deforestado acre tras acre en diversas zonas de Centroamérica y ha creado entornos altamente volátiles que corren un riesgo recurrente de experimentar inundaciones y de quedar completamente arrasados.

¿Cómo podemos comprender los problemas de la frontera más allá de la misma?

 Se debe pensar en las fronteras y las fortificaciones fronterizas como medios para asegurarse de que se tendrá acceso a los mercados y a mano de obra barata. El CAFTA fue un aspecto esencial para crear y para cerciorarse de que Centroamérica continuaría siendo una zona explotable durante las décadas venideras. No se han producido cambios fundamentales en esto, después de los casi 20 años que han transcurrido desde la firma de este acuerdo comercial.

Los Estados Unidos todavía invierten en la región para propósitos específicos y egoístas: actualmente, se trata de la resiliencia climática y de reconstruir la agricultura en pequeña escala —para así, supuestamente, crear las condiciones necesarias para que las personas se queden en sus países de origen y logren forjarse vidas dignas. Por lo que puedo observar, esto es imposible, ya que estamos muy cerca de llegar al punto de que ocurra un colapso ambiental. En muchos lugares, especialmente después de experimentar temporadas de huracanes cada vez más fuertes, los pueblos que debían obtener apoyo o que tendrían que ser resilientes al clima ya ni siquiera están allí.

Aunque quizás sean mejor intencionadas que las iteraciones anteriores, estas soluciones son demasiado pocas y están demasiado tarde. Los plazos de estas políticas son tan sesgados —guardando relación con los calendarios electorales— que son incompatibles con la forma en que las personas hacen frente a las sequías, al estrés térmico y a la inseguridad, como fenómenos cotidianos.

De forma similar a Europa, donde la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) exterioriza sus fronteras y logra que diversos países hagan su trabajo sucio en África y el Cercano Oriente, Centroamérica está desempeñando una función paralela con respecto a los Estados Unidos. Ahora, las naciones centroamericanas se están fortaleciendo con equipo y técnicas al estilo de los Estados Unidos para la seguridad fronteriza, de una manera similar al Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).

Debemos permanecer atentos al doble discurso de los Estados Unidos, cuyo objetivo siempre es lograr todo lo que se propone, mientras rechaza su papel histórico en el origen de las “causas fundamentales de la migración”. Los Estados Unidos explotan y disfrutan de los beneficios de los mercados no regulados. El libre comercio ha beneficiado a las corporaciones estadounidenses y ha estado en función de sus intereses económicos. ¿Y ellos piensan que es una solución para que las personas se queden en estos países, donde su mejor panorama laboral es obtener un puesto de trabajo muy malo y sin ningún porvenir? Este triángulo de seguridad y gobernabilidad —que está representado por este Grupo de Trabajo de USAID sobre el Triángulo Norte— es uno de los muchos proyectos e iniciativas que los Estados Unidos están difundiendo actualmente para abordar la problemática centroamericana. Con esto, se traicionan las realidades históricas y materiales sobre la forma en que las condiciones de Centroamérica se volvieron tan desastrosas.

Si bien las políticas de la administración de Biden y Harris podrían generar algunos efectos positivos a corto plazo, nunca rectificarán los problemas y los daños económicos tan arraigados causados por el CAFTA y exacerbados por el apoyo de los Estados Unidos a los protagonistas corruptos, al igual que el financiamiento a la represión, tanto anterior como actual.

Escribí un documento sobre por qué las elecciones en los Estados Unidos deben ser importantes para los centroamericanos. Hace poco, retomé este documento y, si bien la vida en Centroamérica gira en gran medida en torno a las acciones de los Estados Unidos, ya que hay un alto grado de dependencia, el asunto más importante que Biden puede hacer para avanzar en este momento es la reducción de los daños en la frontera entre México y los Estados Unidos, la ampliación de los requisitos para obtener asilo y la elegibilidad de los migrantes por razones climáticas y económicas, así como el fin del estatus de protección temporal (TPS, por sus siglas en inglés) para dar paso a una verdadera permanencia de esas familias que viven en un limbo permanente, entre otras cosas.

El resto —en aquellas áreas en las que las políticas de los Estados Unidos continúan causando estragos en las sociedades centroamericanas, con el pretexto de “profundizar las inversiones”— parece estar exento y continúa avanzando de forma inmutable, sin examinarse y sin ponérsele trabas.

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