EL PASO, TX -Ayer, nos dijeron los informes y nos mostraron en videos y fotografías cerca de dos mil personas caminando más allá de las barreras en la entrada mexicana del puente Paso del Norte, un puente que está suspendido sobre el lecho de concreto del Río Grande, la línea fronteriza entre los dos países, México y Estados Unidos. Ahora bien, entiéndase que se tarda muy poco en cruzar el río hasta la ciudad del oeste de Texas conocida como El Paso desde la mucho más grande ciudad mexicana conocida como Juárez. Los que hemos observado el río hemos visto familias enteras y grupos de familias cruzar cautelosamente ese hediondo reguero que es todo lo que queda después de su rediseño y redirección.
Pero nos dicen que estas personas, en su mayoría Venezolanos, eligieron el puente, donde fueron recibidos con alambre de concertina, barreras de hormigón y agentes de Estados Unidos fuertemente armados. Se produjo un enfrentamiento y se cerraron los otros dos puentes, lo que detuvo el intercambio de personas y mercancías durante unas horas. La mayoría de las noticias apuntaban a que la causa precipitante de este suceso fue el rumor de que se aceptarían solicitudes de amnistía y que se suspendería la larga y peligrosa espera impuesta a los solicitantes de esta misericordia. Aún no tenemos noticias sobre el origen de este rumor.
Algunos informes se refieren a este suceso como una revuelta de migrantes, y de hecho Twitter está repleta de frenéticos llamamientos a aumentar la protección de variedad militar para mantenernos a salvo de esta gente que llegó al puente. Al ver los vídeos y comprobar que algunas de las personas llevaban en brazos a bebés y niños pequeños, me preocupé mucho más por los propios inmigrantes, que, obligados a entrar en esta estrecha calzada, parecían correr el riesgo de ser pisoteados y de que se les desgarrara la piel con los afilados filos de la alambrada que hay tendida en muchos lugares como estos, llamados puertos de entrada. Como era de esperar, este tipo de historias van acompañadas de oleadas de odio. Los relatos, que se originan a kilómetros de las fronteras, pintan a estas personas como invasores y cosas peores. Los que nos tomamos el tiempo de mirar las caras de los emigrantes en busca de una vida mejor sabemos que se trata de historias falsas. Me dirijo al coro y no necesito insistir en ello. Pero hay algo que quiero señalar. La elección del puente indica que estas personas eligieron la ruta que, si los rumores tuvieran algo de verdad, les habría dado la oportunidad de entrar legalmente en Estados Unidos. Y la alternativa, precipitarse a través de ese fétido arroyo, a pesar de dar al menos a algunos de ellos una oportunidad mucho mejor de evitar la captura, no fue elegida. Tenemos que reflexionar sobre esa elección.
Pero permítanme ir aún más lejos, y darle la vuelta a este acontecimiento. La gente llegó a un puente en su viaje desde donde sus familias sufrían, un viaje hacia donde esperaban vivir, trabajar y prosperar. No llevaban armas. Personas con armas capaces de destrozar sus cuerpos y los de sus hijos se enfrentaron a ellos, de pie detrás de barreras de hormigón y alambre de cuchillas, prohibiéndoles cruzar. Vean esto desde 3.000 metros y díganme qué ven. O mejor aún, mírales a la cara.
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