Nadie en el país quiere que su patio trasero este lleno de toxinas del descarrilamiento del tren de Norfolk Southern que a principios de febrero afectó a la pequeña ciudad de East Palestine, Ohio, exponiendo a una población local de 5,000 habitantes y a muchos más que viven en las proximidades.
La última solicitud para verter las aguas residuales tóxicas fue denegada por el alcalde de Baltimore, Brandon Scott. Clean Harbors, una empresa de gestión de aguas residuales, había propuesto que se transportaran 675,000 galones de aguas residuales de East Palestine a la planta de tratamiento de aguas residuales de Black River, operada por la ciudad de Baltimore. Scott pide disculpas, pero la respuesta es no. ¿Quién le echa la culpa?
Los residentes sufren dolores de cabeza, erupciones cutáneas y diarrea, y en una planta de cobre situada río abajo del lugar del descarrilamiento, los empleados se quejan de problemas para respirar y de que se les cae la piel de las manos. En la cercana comunidad de Negley, la gente tiene problemas para masticar y los dedos hinchados. Los animales fueron de los primeros en mostrar signos de exposición química.
East Palestine, situada junto al río Ohio, cuenta desde hace 30 años con la incineradora Heritage Thermal Services para eliminar los residuos. Esta instalación de residuos peligrosos, uno de los primeros lugares donde se vertieron las aguas residuales procedentes de la limpieza del descarrilamiento, ha sido citada por infracciones y demandas judiciales. La Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) declaró que habían expuesto repetidamente a esta comunidad de Ohio a toxinas cancerígenas que también provocaban abortos. La instalación siguió funcionando, negando el informe de la EPA. Millones de galones de aguas residuales tóxicas ya han sido transportados a otros estados como Texas y Michigan, esperemos que no a una instalación de aguas residuales cerca de usted.
Los datos muestran que el suelo de Palestina Oriental procedente del vertido químico tiene niveles de dioxina cientos de veces superiores al umbral de exposición por encima del cual los científicos de la EPA determinaron en 2010 que la dioxina plantea riesgos de cáncer.
Este pequeño y marginado pueblo de Ohio es como tantos otros de nuestro país. Los habitantes de otras ciudades asfixiadas por el racismo medioambiental y la pobreza, como Flint, East St. Louis, los Apalaches, Luisiana y muchas más, saben que organizarse y exigir respuestas a las industrias que tienen vía libre para practicar negocios venenosos en su patio trasero suele ser infructuoso.
Los residentes de East Palestine han aprendido rápidamente, al igual que otras ciudades de primera línea, a lo largo de los años en que se han suprimido normativas, se han descartado infracciones, se ha ignorado la ciencia y se han perdido familiares y vecinos a causa de enfermedades, a no confiar en el sistema que se supone que debe protegerte. Las agencias gubernamentales como la EPA ya no son transparentes. Las industrias pagan mucho dinero a sus grupos de presión para presionar y pagar a los legisladores que se están haciendo millonarios y multimillonarios. Los mismos legisladores presionan a nuestras agencias gubernamentales para que giren la cabeza y nuestras comunidades marginadas se conviertan en Ponzi.
¿Cómo luchamos contra estos destruccionistas? Comunidades como la de Palestina Oriental están colaborando, creando grandes redes, organizándose y empezando a actuar. Trabajando con otras comunidades que han estado en la larga lucha, como nuestra familia de Flint, podemos aprender pasos más cortos que pasar por un largo proceso de una curva de aprendizaje para llegar a la meta. Estas industrias se preocupan cuando nos unimos. Saben que eso acorta su tiempo de destrucción en tu comunidad o posiblemente, con suerte, la detiene antes de que empiece.
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