Tiempos como estos ponen a prueba las almas de las mujeres y los hombres: el caos, la división, el odio, los asesinatos policiales, los desalojos masivos que se avecinan, las prohibiciones del aborto, la amenaza de guerra, la desordenada retirada de Afganistán, las deportaciones masivas de haitianos entre otros en la frontera sur de los Estados Unidos y las migraciones forzadas mundialmente—todo esto acontece en medio de una pandemia aparentemente interminable. Terremotos, huracanes, inundaciones, incendios forestales masivos, calentamiento global, evento que usualmente ocurren cada cien años, se informan casi a diario en las noticias.
¿Cómo le damos sentido a todo esto? Casi parece como si el mundo que alguna vez pensamos conocer está llegando a su fin. Y hasta cierto punto, lo es.
Como dice el viejo refrán: “la gente sin visión muere”. Muchos de los que conocemos están en el filo del gatillo, listos para estallar: amigos y familiares a menudo se distancian por opiniones contrarias acerca del requisito del uso de mascarillas y vacunas. Mensajes contradictorios provienen de los gobernadores de estados del sur contra los mandatos y chocan con el Presidente Biden y la CDC.
Mientras tanto, los hospitales están a reventar, y algunos, como en Idaho, toman decisiones desgarradoras para racionar tratamientos que salvan vidas. El suicidio juvenil va en aumento. La milicia de derecha se prepara para el Armagedón. Los padres desesperados dejan a sus bebés en las riberas del río Grande con la vaga esperanza de que les de asilo en los Estados Unidos. Los derechos del voto están siendo atacados en muchos estados. El sentimiento antigubernamental, de por sí ya alto, va en aumento.
La visión de un mundo en abundancia, con el que nuestros antepasados solo podían soñar, ahora es realizable si realmente abrimos los ojos y actuamos antes de que sea demasiado tarde. Nos enfrentamos con una bifurcación en el camino, dando por escoger uno de dos caminos a seguir. Uno conduce a un futuro lúgubre del fascismo, con división, guerra y la destrucción continua del medio ambiente hasta que sea demasiado tarde; no es un futuro viable para las generaciones futuras.
El otro camino conduce a un mundo de cooperación, donde se valora cada vida, donde los derechos de patentes de propiedad privada no son una barrera para vacunar a la población mundial, donde nadie se queda sin comida, refugio, educación, cultura, todos los elementos esenciales para encaminar adelante una vida plena. Sin embargo, requiere la protección del medio ambiente, de reconocer nuestro papel en él, y cómo y con qué propósito se organiza la sociedad.
“Lo tenemos a nuestro alcance para hacer el mundo nuevo”, parafraseando al gran revolucionario estadounidense Thomas Paine. En aquel entonces, lo que tenía que cambiar era aceptar ciegamente el “derecho divino de los reyes”. Captar esta falsedad condujo a la independencia estadounidense. Hoy en día, es la idea de propiedad privada lo que nos frena, la idea de que las corporaciones y sus cabilderos en el Congreso pueden determinar el destino de la gente común y corriente que ha perdido su trabajo, su hogar, o incluso el medio ambiente, para que puedan obtener sus ganancias los capitalistas.
La llaga enconada que envenenó el sueño americano desde su comienzo ha sido la desigualdad, que nació y se sumió en la esclavitud y se perpetuó hasta el día de hoy con el estado servil de las mujeres y los inmigrantes, entre otros en la sociedad estadounidense.
En una sociedad tecnológicamente desarrollada que puede reemplazar el trabajo humano, no hay lugar para el trabajo esclavizado ni la desigualdad. La abundancia posible redefine lo que significa ser humano al no tener que escoger entre el hambre o vivir solo del sudor de su trabajo. Las tecnologías renovables como la eólica y la solar pueden y deben ralentizar el ritmo del cambio climático global. En un mundo conectado globalmente, podemos vivir en armonía con todas las demás criaturas de la tierra, mientras monitoreamos y prevenimos pandemias futuras.
Las posibilidades son ilimitadas, no hay tiempo qur perder. Hay que hacer lo correcto.
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