Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente por Matt Alley, BlueCollarWriter Labor Media. Haga clic aquí para obtener información o póngase en contacto con Matt en matt@bluecollarwriter.com.
Quiero que vuelvan esos empleos. He pasado mi vida rodeado de la gente que hizo funcionar este país: mineros, maquinistas y soldadores sindicalizados. Pero la idea de que un hombre, o una administración, puede agitar una varita mágica y deshacer décadas de globalización sin un esfuerzo nacional masivo es una creencia absurda. Y si alguien te está vendiendo ese sueño, no te está dando un plan – te está dando cubierta mientras las corporaciones siguen haciendo lo que siempre han hecho: perseguir beneficios en el extranjero.’
Hay mucho ruido en este momento sobre “traer empleos de vuelta a Estados Unidos”, especialmente de Trump y otros tratando de vender a los trabajadores un sueño que se siente bien – pero no se sostiene a la lógica.
Vamos a aclarar algo: Me encantaría que volvieran los empleos estadounidenses. Vengo de una familia de sindicalistas. Sé lo que significó la industria manufacturera para ciudades como la mía. Si alguien hubiera impulsado una estrategia seria de deslocalización justo después de que el TLCAN destruyera nuestra base industrial, incluso yo podría haber apoyado esa parte de la agenda, aunque fuera la de Trump. ¿Décadas después? Lo que te están vendiendo es una fantasía con un precio muy alto y sin ningún plan.
1. La crisis económica ha cambiado. Han pasado 30 años: ya no tenemos las herramientas necesarias
No sólo hemos perdido puestos de trabajo. Hemos perdido capacidad. El utillaje se desechó o se vendió al extranjero. ¿Las piezas y la maquinaria que necesitamos para construir fábricas ahora? La mayoría se fabrican en países como Alemania, Japón, China y Corea del Sur.
Entonces, ¿qué ocurre cuando intentamos reconstruir?
- Pagamos aranceles de importación por esas piezas de maquinaria fabricadas en el extranjero que Trump pretende que no necesitamos.
- Contratamos a ingenieros extranjeros que aún saben cómo instalar y hacer funcionar estos sistemas, porque muchos de los expertos estadounidenses se jubilaron o se fueron a otro país.
- Luego tenemos que formar a una mano de obra totalmente nueva que no ha tocado un torno, manejado una máquina CNC o gestionado una cadena de montaje a gran escala en décadas.
Eso no es patriotismo. Eso es reimportar el conocimiento que deslocalizamos hace años – y pagar un sobreprecio por hacerlo.
2. Es un proyecto a 10 años – no un eslogan de campaña
Recuperar la fabricación real requeriría: - Al menos 5-10 años de planificación industrial y coordinación federal.
- Millones en infraestructuras: nuevas redes eléctricas, sistemas de agua y transporte para apoyar la fabricación pesada.
- Asociaciones sindicales y programas de aprendizaje para reconstruir el sector de los oficios cualificados.
- Y cadenas de suministro nacionales fuertes, que no hemos tenido desde la década de 1980.
Y eso supone que empecemos ahora. Trump tuvo cuatro años y no hizo casi nada de esto. Si este esfuerzo de deslocalización fuera un objetivo real, ya veríamos inversiones masivas en escuelas de comercio, fábricas de acero de energía limpia y centros logísticos regionales.
- 3. Fabricado en Estados Unidos significa coste estadounidense
¿Quieres productos fabricados en Estados Unidos de nuevo? Estupendo. ¿Pero estás preparado para el precio? - Televisores: de 200 a 700 dólares.
- Smartphones: de 1.000 a 2.000 dólares.
- Portátiles, electrodomésticos, vehículos: todos más caros, porque los salarios, las normas de seguridad y las leyes medioambientales estadounidenses cuestan más (como debe ser).
Pero nadie en la campaña lo dice en voz alta. Están vendiendo una versión romántica del “Made in America” sin admitir que tendrás que pagar por ello.
4. Las promesas de Trump eran vacías – Tenemos los recibos
No lo olvidemos: Trump ya tuvo su oportunidad. En 2016, se postuló para recuperar el empleo. Pero, ¿qué ocurrió en realidad?
- Los puestos de trabajo en la industria manufacturera siguieron disminuyendo en estados clave como Ohio, Michigan y Pensilvania.
- Lordstown cerró Carrier redujo su plantilla. Harley-Davidson trasladó su plantilla al extranjero.
- Otorgó exenciones fiscales a las grandes corporaciones sin ningún requisito de que mantuvieran los empleos aquí.
- Comenzó una guerra comercial con China sin ningún plan nacional para reemplazar las importaciones perdidas o ayudar a las industrias en dificultades en la transición.
Si Trump se preocupara de verdad por la industria manufacturera, no se habría dedicado a tuitear sobre ella: habría reconstruido el oleoducto. Habría financiado escuelas de formación profesional, modernizado puertos, colaborado con los trabajadores y forzado compromisos reales de las empresas.
Pero ese no era el objetivo. Lo eran los aplausos.
5. Lógica, no mentiras
Lo diré otra vez: Yo quiero que vuelvan esos empleos. He pasado mi vida rodeado de la gente que hizo funcionar este país: mineros, maquinistas y soldadores sindicalizados. Pero la idea de que un hombre, o una administración, puede agitar una varita y deshacer décadas de globalización sin un esfuerzo nacional masivo es una creencia absurda.
Y si alguien te está vendiendo ese sueño, no te está dando un plan – te está dando cobertura mientras las corporaciones siguen haciendo lo que siempre han hecho: buscar beneficios en el extranjero.
Necesitamos inversiones reales, plazos reales y liderazgo real. No eslóganes. Ni trucos. No otra ronda de promesas vacías que tratan a los trabajadores estadounidenses como accesorios de campaña.
Y esa es la lógica que no se puede hilar.
Matt Alley,
BlueCollarWriter Labor Media
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