(20+) Testigo en la Frontera

Llevo unos días en casa, después de haber regresado de un viaje a la frontera. Allí conocí amigos, compañeros en la lucha por los derechos de los migrantes. Esperábamos una pequeña victoria, un levantamiento del Título 42, una política brutal contra los inmigrantes disfrazada de orden de salud, pero permanece donde estaba, ordenada por un hombre con túnica en algún lugar de Luisiana para permanecer allí todo el tiempo que sea necesario hasta que nuestro gobierno descubra otras herramientas diseñadas para negar los derechos humanos a aquellos que se abren camino hacia los márgenes de nuestro país, esperanza en sus corazones.
Entonces, viajamos a presenciar un evento que no se llevó a cabo. Pero resulta que cuando vas a un lugar así con los ojos abiertos, ojos entrenados, podrías decir después de todo el tiempo que hemos pasado allí, es imposible dejar el camino por el que llegamos. Porque mientras estuvimos allí, vimos números y palabras convertidas en imágenes. Y ahora necesito convertirlos de nuevo en palabras.
Quienes siguen el trabajo de Witness (Testigo en la Frontera) saben que producimos informes detallados de los llamados vuelos de expulsión a la tierra devastada de Haití, vuelos que se han intensificado bajo la administración de Biden. Es un espectáculo de terror masivo, cruel, y racista. Eso lo podemos ver en los números.
Pero lo que vi, lo que me gustaría poder mostrarles, es lo que significa conectar esos números con el pueblo haitiano y otros que vi en las calles y refugios de Reynosa, (Tamaulipas, México) una ciudad fronteriza mexicana, un purgatorio donde se han reunido para sobrevivir bajo peligro mortal de crimen—violación, asalto, secuestro, extorsión—obligados a permanecer allí con la esperanza de que algo de bondad humana y decencia encuentre su camino hacia las grietas de la política de inmigración de los Estados Unidos.
Y lo que se queda conmigo, ya que la vista de mujeres, hombres y niños reunidos en grupos en las esquinas de las calles controladas por carteles en los escombros y la ruina de la pobreza, bajo el sol abrasador, es la conexión. Si intentan cruzar, es probable que se encuentren nuevamente en un Haití que también amenaza su supervivencia. En esos vuelos, inventando esos números sobre los que informamos. Y si sobreviven, y si reúnen la clase de coraje que un anciano como yo no tiene, emprenderán nuevamente un viaje de años para pararse a las puertas de mi país, pidiendo nuevamente la oportunidad de vivir.
Eso convierte los números en lágrimas.

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