Nota del editor: el siguiente artículo se publicó originalmente a través de un boletín.
Los habitantes de Washington, DC y Austin, la capital de Texas, son adictos a la política del espectáculo. El gobernador de Texas, Abbott, ha redoblado su desafío al gobierno federal al continuar colocando alambre y ocupando parte de la frontera de Eagle Pass. Mientras tanto, el presidente Biden emitió una declaración apoyando el conjunto de reformas “más duras y justas” negociadas en el Congreso y afirmando que utilizaría una autoridad para “cerrar la frontera”.
Ambas partes buscan demostrar que los políticos a cargo son “lo suficientemente fuertes” como para suspender nuestros compromisos humanitarios en aras de obtener ganancias políticas, incluso sabiendo que eso creará caos en la frontera, como denunciaron recientemente las organizaciones católicas que trabajan aquí.
La Administración Biden y el Senado están a punto de finalizar un acuerdo que incluiría la autoridad para detener temporalmente todos los procesos relacionados con el asilo en la frontera entre Estados Unidos y México. Un acuerdo de este tipo no sólo podría tener un impacto muy perjudicial para los solicitantes de asilo sino también para los residentes fronterizos, afectando los cruces fronterizos diarios por motivos de trabajo, escuela y muchos otros motivos.
Hay que decir que ninguna medida, por dura que parezca, apaciguará a quienes buscan deportar a nuestros vecinos y reducir cualquier tipo de migración a niveles que empobrecerían a Estados Unidos cultural, económica y socialmente.
La realidad es que soluciones mágicas como “cerrar la frontera” no sólo son objetivamente imposibles sino también verdaderas pesadillas para las personas que buscan seguridad, los residentes fronterizos, la economía y nuestros países vecinos. Es hora de dejar atrás estos espectáculos de fuerza y, en cambio, trabajar para abordar las necesidades humanitarias con soluciones humanitarias adecuadas. Todavía estás a tiempo de llamar a tu senador y decírselo.
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